Además de estas consideraciones habrá que tener en cuenta el punto de escucha: ¿quién es el que escucha? ¿Es una resonancia interior, es la escucha de un personaje (a la manera de una cámara subjetiva) o es el público en la sala?

Los actuales recursos técnicos permiten obtener una imagen acústica de gran fidelidad y refinamiento. Cuando la banda presenta problemas o cuando su rendimiento es bajo, se debe a una falta de criterio en su diseño. Bastará suprimir la imagen para notar defectos constructivos o narrativos, defectos menos notorios cuando la banda sonora es "sostenida" por la banda visual.

Supuestamente una secuencia será sonorizada porque necesita el aporte narrativo-expresivo del sonido. No es la banda sonora la que debe ser sustentada por la imagen, sino al revés, es el sonido el determinante de las connotaciones de la imagen visual.

Relación entre imagen y sonido  

Tenemos la sensación de que cuando se habla de la relación entre el sonido y la imagen, generalmente no se hace referencia a la imagen sino a la narración verbal. Muchas veces, la posible significación en la narración musical está directamente vinculada a lo que se dice en el texto, y no siempre a lo que la imagen dice como tal. Y no me refiero a la inflexión, a las acciones que acompañan dicha expresión, sino a la imagen misma: la composición del cuadro, el tipo de toma, el movimiento de cámaras, el tratamiento del color, etc.

Aunque los elementos sonoros establezcan una relación más fuerte con los elementos narrativos contenidos en la imagen (relaciones verticales), no por ello deben carecer de un cierto sentido de unidad (en lo horizontal). Podrá establecerse una relación de otro orden como consecuencia de una mejor estructuración de la banda sonora. Esta estructura estará detrás, oculta, enmascarada, y de ella dependerá, en buena medida, la cohesión del todo.

Otra idea sería ver si al cambiar alguno de estos planos o estratos, por alguna necesidad estética o formal, se impone un cambio en los otros niveles, con independencia de si se sigue un criterio de integración o de distanciamiento, de confluencia o de independencia estructural en la sincronía.

También se supone que la banda de la imagen es una banda homogénea en relación a la banda sonora, que es heterogénea y por lo tanto falta de unidad. La banda visual nos parece homogénea cuando se usa el mismo código visual. Sin embargo, películas como El Espejo, de A. Tarkovski o La Tempestad, de P. Greenaway, nos hacen dudar. La utilización de "trucas", la sobreimpresión, los fundidos, el viraje de color, el contraste entre el color y el blanco y negro, el uso de negativos; la inclusión de carteles, de secuencias de animación, de material de archivo; la inclusión de un plano dentro de otro, etc., transforman la narración visual en una narración tanto o más heterogénea que la sonora. Éste es también otro factor que ayuda a establecer un mejor contrato audiovisual.

En consecuencia: ¿debemos seguir considerándolas realmente dos bandas? Tal vez sería más oportuno plantear la relación funcional entre los diferentes niveles de información con independencia de si éstos son decodificados por la vista o el por el oído. Tal vez sería el momento de dar al sonido el espacio necesario para poner en evidencia su poder narrativo, expresivo y estructural en los lenguajes audiovisuales.

Lo importante es que el film debe considerarse un lenguaje polisémico, con el suficiente grado de ambigüedad como para que pueda hacerse más de una lectura.

La concepción estética  

En toda concepción estética de la banda sonora debe primar la posibilidad de lograr una mayor expresión en el tratamiento del sonido, la posibilidad de provocar un desplazamiento de lo denotativo para adquirir una nueva significación más próxima a la connotación metafórica, la posibilidad de plantear una nueva idea de lo verosímil no necesariamente ligada a la imagen o a la idea de la realidad evocada.

Las actuales concepciones del cine necesitan también de nuevas concepciones en lo referente al arte musical y al tratamiento que se hace del sonido en otras manifestaciones estéticas ligadas al sonomontaje o a la ambientación. Las actuales concepciones del arte musical que parten del sonido (por oposición a los ya viejos resabios estructuralistas), al dejar de lado aspectos propios de la vieja música: la melodía, la armonía tonal, el tematismo, el ritmo métrico, etc., permiten establecer vínculos funcionales con el sonomontaje y el ambiente, de modo tal que sus límites pueden desaparecer para formar un todo tan solidario como funcional.

Si el cine pretende significar, ir de la representación al signo, adquirir el carácter del lenguaje, tendrá que incluir forzosamente a la música como parte de su sintaxis. Este mayor compromiso de lo sonoro con lo organizativo permitirá una mayor ambigüedad, una mayor multiplicidad de lecturas, una mayor posibilidad metafórica, una mayor provocación imaginativa, un desplazamiento desde una mayor comunicación a una mayor información.

En este proceso no sólo se obtendrá una mejor función estructural entre imagen y sonido, sino también que la imagen será resignificada por lo contextual, es decir, por lo que significa el espacio off, o mejor dicho, el tiempo off, puesto que éste depende de la banda sonora y de su concepción temporal.

Desde este lugar, la vieja oposición entre música diejética y extra diejética (diéjesis=narración) se vuelve irrelevante. La oposición entre instancia representada y expresada no tiene sentido, salvo que pensemos que la música es la partitura, la orquesta u otra cosa.

Multimedia

Una obra multimedia es aquella que además de usar más de un medio subordina todos de igual manera sin privilegiar ninguno. Una obra multimedia no es una imagen acompañada o un sonido acompañado, es la resultante de una mutua subordinación. Estos productos estéticos que usan más de un medio no son nuevos: el teatro, la ópera, el cine, etc., usan diferentes medios, de los cuales se desprende una nueva forma de estructurar que los integra en un nuevo lenguaje polisémico. En este sentido, la denominación de multimedia va más allá de los múltiples medios y su vinculación e incluye al espectador como parte activa, lo cual lo transforma, de algún modo, en “coautor” de la obra en cuanto actúa sobre el tiempo y el espacio virtual para dar un sentido de realidad particular y diferente cada vez.

La obra multimedia busca transformar al espectador en partícipe activo, o mejor dicho aún: interactivo. La obra multimedia no se "reproduce", no se copia a sí misma en un nuevo tiempo y espacio, sino que se desarrolla de una forma diferente frente a cada nuevo espectador. No son pocas las implicaciones constructivas que esto trae.

Este particular universo ya no se nos presentará en diferido y a través de símbolos que lo describan, este universo simbólico estará a nuestro alcance.

Esta nueva forma de representación, con la participación activa del “espectador”, es lo que se da en llamar "multimedia". Ésta es una nueva forma de representación que disuelve la rigidez del símbolo bajo la flexibilidad de la experiencia viva, que intenta sumergirnos en un mundo propio, un mundo a ser explorado, un mundo reflejo de nuestras inquietudes.

Como vemos, los lenguajes multimediales, además de ser interdisciplinarios, tienen la particularidad de ser interactivos y eso plantea nuevos problemas para la construcción de la banda sonora que será necesario analizar.