Un modelo de equilibrio general para medir aspectos del desarrollo en Latinoamérica

Se trata de un abordaje para evaluar algunas áreas sensibles asociadas al bienestar que fue presentado por el experto Omar Chisari durante un nuevo encuentro del Seminario de Historia del Pensamiento Económico Argentino.

12-08-2021

Los indicadores de desarrollo en los países de la región tienen donde mirarse en un modelo elaborado por el economista argentino Omar Chisari: DICE (por sus siglas en inglés, Dynamic Integrated Climate-Economy). Asesor de reconocidas entidades internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, el especialista fue invitado a disertar en el Seminario de Historia del Pensamiento Económico Argentino, organizado por el Centro de Investigación y Docencia en Economía para el Desarrollo (CIDED) de la UNTREF y el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la UBA y el CONICET .

En su exposición, Chisari explicó que este modelo de equilibrio general computado al desarrollo económico sirve para dimensionar aspectos poco vistos sobre cambio climático, infraestructura, política impositiva, posibilidades de crecimiento de las PyMEs e impacto de los precios de los commodities, entre otros temas. El especialista señaló que este método es ideal para analizar los problemas de desarrollo, y apeló a las lecciones del economista argentino Julio Olivera. “Él distinguía entre desarrollo y crecimiento, decía que el desarrollo es una variable multidimensional que tiene más cosas que el crecimiento, como los aspectos del bienestar y la educación”, afirmó.

También destacó que la gran ventaja de este modelo de factura propia es que contempla muchos agentes y sectores. Por otro lado, indicó que una particularidad de este esquema es que es recursivo dinámico, es decir que se resuelve del pasado al presente. “Lo que pasó ayer explica lo que estoy haciendo hoy pero no tengo muy claro hacia dónde voy, eso parece representar un poco más lo que son las economías latinoamericanas”, aseguró el economista, que empezó a trabajar en este modelo a principios de los años noventa inspirado en las contribuciones de Olivera y otros referentes como Roberto Frenkel.

Chisari destacó que la ventajas del mismo es que permite considerar otras reglas de formación de precios que no son las reglas walrasianas (referidas al economista francés León Walras, creador de la teoría del equilibrio general), en donde la solución es buscar un vector de precios para igualar la demanda y la oferta y así generar un equilibrio simultáneo en los mercados.

“Nuestro modelo nos permite reconocer las transacciones intersectoriales, podemos tener en cuenta la estructura industrial, observar el efecto de sustitución de bienes y factores, tomar en cuenta la forma de la tecnología, la relación entre precios de los factores y distribución del ingreso, entre presupuestos y mercados. La gente tienen presupuestos y las empresas funciones de beneficio que interactúan con los mercados, y esa interacción es muy importante”, enumeró.

En cuanto a las aplicaciones que se hicieron, Chisari ahondó en la medición de aspectos sobre cambio climático e infraestructura. En materia de cambio climático, el modelo reveló por qué puede ser costosa la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero. “Si las sociedades no lo hacen es porque debe ser más costoso de lo que predicen modelos modernos como el DICE, que parten del futuro hacia el presente,  y estiman cuáles son los impactos que van a tener las emisiones o los impuestos que tendríamos que poner para reducirlas en el largo plazo”, indicó.

Según Chisari, en el modelo DICE los costos de producir emisiones no son altos. Sin embargo, cuando se agregan variables como el desempleo y la movilidad internacional del capital, que puede migrar si su rentabilidad no es lo suficientemente alta, los costos suben mucho. El especialista detalló que otro de los resultados a los que se arribó con su modelo es que el costo que produce poner esos impuestos a las emisiones se puede reducir considerablemente si se aprovecha alguna versión del doble dividendo. “Si se pueden sustituir impuestos distorsivos como son los laborales con la recaudación de impuestos a las emisiones, entonces uno tiene una doble ganancia: por un lado reduce las emisiones y por el otro reduce los costos del sistema impositivo”, ejemplificó.

Otra de las conclusiones a las que se llegó es que la sustitución de tecnología para bajar las emisiones tiene altas chances de fracasar si se requiere de bienes de capital o métodos importados, ya que “si les dejamos a las economías elegir, cuando el esfuerzo exportador es muy grande, se quedan con la tecnología vieja y contaminante”, explicó. En relación con la infraestructura, Chisari dijo que el modelo confirmó que disponer de sectores de infraestructura con alta productividad y eficiencia es valioso para el crecimiento. “Eso no es una gran novedad, pero lo podemos medir. Lo que aparece como algo más novedoso es que la calidad de la infraestructura también importa mucho”, refirió sobre uno de los hallazgos. 

“La calidad no es algo a lo que normalmente le prestemos mucha atención, porque es como una externalidad positiva”, puntualizó, y dijo que cualquier empresa que provea infraestructura de buena calidad no disminuye sus propios costos sino los costos de los demás. “Las empresas privadas no tienen demasiado incentivo para hacer eso, incluso las públicas, si yo tengo empresas públicas que proveen bienes de baja calidad eso tiene un costo desde el punto de vista del crecimiento y el bienestar”, agregó. Finalmente, señaló que el modelo arrojó que el “precio sombra de la infraestructura es alto”, en el sentido de que si no se invierte en ella el impacto en el crecimiento se hará sentir. “La economía se va a encontrar como en un cuello de botella”, concluyó el experto.