Problemas estructurales de la Argentina en el mercado de trabajo

El 50% de la población económicamente activa sufre algún tipo o grado de precariedad en su ocupación.

11-01-2019

El Centro Interdisciplinario de Estudios Avanzados (CIEA) llevó a cabo un informe en conjunto con la Fundación UOCRA con respecto a la calidad de empleo y la estructura socio-productiva. Asimismo, en diálogo con la Universidad, Diego Masello, investigador del Centro, realizó algunas aclaraciones y aportes al respecto para un mejor entendimiento sobre el tema.

Deterioro progresivo del mercado de trabajo

El análisis llevado a cabo por el CIEA, describe un desaceleramiento y caída de la actividad económica respecto a 2017 y desarrolla las principales medidas tomadas por el gobierno actual, que según los autores generan este tipo de resultados negativos. Tal es el caso, por ejemplo, de la deuda externa (producto de la liberalización de controles a las importaciones y compra de divisas), que afectará directamente al gasto público a partir del pago de sus intereses. La inflación, que repercute sobre el poder de compra y esto afecta especialmente al sector informal estructural, y la reforma laboral que, según el argumento oficial, permitirá bajar los niveles de incertidumbre de los empresarios frente a la contratación y despido de empleados y que estas combinaciones fomentarán la inversión tanto nacional como extranjera.

Los investigadores se contraponen a esta postura y se preguntan por qué se incrementarían las inversiones en el marco de gran caída de la actividad combinada con el endeudamiento. Ellos plantean que las inversiones y el nivel de empleo son determinados por una mejora en la demanda agregada de bienes y servicios; no al revés.

La precarización naturalizada

Dentro de un índice de precariedad laboral se integra toda una serie de trabajos. Por ejemplo, allí dentro figura lo que desde el CIEA denominan la informalidad estructural, es decir, puestos de trabajo de autoempleo de personas que no son demandadas por la estructura socio-productiva y comienzan con pequeñas ocupaciones o realizan emprendimientos de muy baja relación de capital trabajo. Fuera de la informalidad estructural, pero dentro del trabajo precario, se incluye también el trabajo en negro, que suelen ser puestos más modernos pero que no están registrados. Asimismo se incluye el empleo doméstico no registrado y los subocupados, que son aquellos que poseen un empleo pero necesitan trabajar más horas y no consiguen hacerlo, por lo tanto sus ingresos son deficientes. Los desocupados también se encuentran dentro de la precariedad y es la categoría más problemática, por ser los que no tienen ningún tipo de ocupación.

“Mientras la precariedad es un elemento fáctico, su naturalización involucra un segundo lugar de complejidad que es la autopercepción que tenemos como sociedad de la forma de trabajar". 

Con el afán de sortear los problemas que existen a nivel laboral y sacar gente de la desocupación, muchas veces se estimulan modalidades microemprendedoras que traen aparejadas un montón de problemas de calidad que no se tienen en cuenta. También se cree que con el solo hecho de estar registrado o tener monotributo se ha resuelto el problema porque la persona está visibilizada legalmente. Sin embargo, esto no mejora el nivel de calidad ni de productividad y la contribución al despegue o desarrollo de la economía es prácticamente nula.

¿Qué es la informalidad estructural?

Diego Masello aclaró que el trabajo informal se diferencia del empleo en negro, es decir, que no está directamente relacionado con que los trabajadores estén o no registrados, tengan aportes o paguen monotributo. El trabajo informal hace referencia a un conjunto de trabajadores en unidades productivas de muy bajos o nulos niveles de productividad y de calidad en sus puestos de empleo. Esto refiere a pequeñas unidades, de hasta cinco personas máximo que generalmente trabajan en condiciones precarias, con escasísimos o ningún nivel de tecnología y que realizan una labor artesanal. En términos macro, podría decirse que es una fuerza de trabajo “no demandada” por la estructura socioproductiva de la Argentina y en ese contexto los trabajadores emprenden actividades por su cuenta y se autoplean para resolver la situación.

El trabajo informal estructural suele darse en los sectores de comercio y servicios. Por ejemplo, puede ser una persona que con su auto se pone a trabajar como remis, o una familia que arma un pequeña despensa, verdulería o kiosco en su casa. Otros casos también pueden ser trabajadores que compran ropa al por mayor y luego la venden en sus barrios, o personas que se ofrezcan a cortar el pasto de sus vecinos. Asimismo, están los que con escasísimos niveles de calificación incursionan en aspectos de la construcción y la reparación de servicios en los hogares.

La informalidad estructural está aumentando de manera progresiva desde 2015 y, de igual modo, otros problemas de precariedad en el mercado de trabajo han empezado a consolidarse en la mitad de la población económicamente activa. De hecho, el 50% de esta población sufre algún tipo o grado de precariedad en su ocupación.

La competitividad sistémica: una dificultad               

El informe llevado a cabo por el CIEA cuestiona el enfoque que basa el problema de la competitividad en nuestro país en el costo laboral, “responsabilizando” al trabajo como fuente única de la falta de productividad y competitividad de nuestra economía.

El estudio plantea que una mejora de la competitividad no pasa simplemente por bajar los costos salariales y propone pensar esto dentro de un conjunto de interacciones que deben incluir otras dimensiones para un diagnóstico y análisis fructífero. La competitividad es indisociable de la relación entre la estructura social y productiva y el mercado de trabajo.

Del mismo modo, el impacto de la política para el desarrollo deberá ser lo más sistémica posible, es decir, entendida como un conjunto, sistema, como un todo articulado e interralacionado. Entonces, lo que se necesita conjugar es: enfoque sistémico, trabajo interdisciplinario ministerial y combinación de políticas públicas.

Los autores del informe mencionan cuatro categorías diversas con respecto a los puestos de trabajo: la informalidad estructural, desarrollada anteriormente; el sector moderno que conforma a las empresas que se desarrollan con mayor tecnología y calidad (en relación a labores informales) y que sus puestos de trabajo son demandados por la estructura socio-productiva, a diferencia de lo que sucede con el sector informal. Asimismo, los autores incluyen al sector público y al empleo doméstico y realizan algunas consideraciones al respecto. En el primer caso, explican que si bien no hay finalidad de lucro, tanto sus procesos y su accionar se inscriben dentro del potencial dinámico (moderno). Mientras que en el segundo caso, si bien muchos investigadores lo ubican directamente dentro de la informalidad estructural, para los autores del informe posee un carácter distinto en relación a otra ocupación dentro del ámbito privado. De todos modos, se incluye en el dossier, ya que supone una baja dotación de capital y un tipo de inserción específica respecto al mercado.

   

Del informe se desprende que existe una heterogeneidad estructural que determina las brechas más relevantes en materia de inversión, tecnología, calificación, productividad, competitividad y por ende, valor agregado, rentabilidad de ingresos. De esta forma queda explicitado el problema estructural sobre el que se asientan otros desequilibrios asociados y la necesidad de una mirada sistémica que atienda la diferencias planteadas.

Encarar los problemas estructurales: políticas públicas a largo plazo

Como principales medidas para resolver esta problemática, el informe hace hincapié en una mirada a largo plazo, la necesidad de regulación de la actividad económica, proyectos que contemplen a la mayoría de la fuerza de trabajo y especialmente un equilibrio entre oferta y demanda en cuanto a políticas a llevar a cabo.

“Si bien el crecimiento económico funciona como condición necesaria y cuando esto sucede la informalidad estructural tiende a disminuir, no es suficiente para pulverizar el fenómeno o que estos trabajos se conviertan en empleos modernos".

Lo ideal es un esquema en el cual múltiples políticas se interrelacionen y recompongan tres dimensiones del capital en los puestos de trabajo: capital dinero o tecnología, formación profesional y cadenas de valor. Como un ejemplo del primer caso se puede hablar de microcréditos (pequeños créditos blandos) como una ayuda para mejorar niveles de tecnología o poder tener algún tipo de maquinaria. Esto a su vez debe ser concomitante con respecto a la formación profesional, ya que muchas veces el problema del “universo de los emprendedores”, es que existe una heterogeneidad grandísima con niveles de formación muy bajos. No saben como autogestionarse o llevar adelante aspectos administrativos básicos. Por último, se encuentran las cadenas de valor que vienen a completar el conjunto ya que si las políticas públicas ponen dinero, ponen tecnología, ponen formación profesional, pero, por ejemplo, hay un exceso de oferta para una demanda acotada, entonces solo van a sobrevivir algunos. Por ende, es necesario un análisis de cómo se relacionan esas actividades en una cadena de valor para que no sea un proceso incompleto. En este sentido, Masello remarcó que es importante empezar a repensar el modelo tradicional y estanco en que está compartimentado el Estado para el diseño, gestión y evaluación de políticas públicas ya que si no existe una mirada interdisciplinaria o multidimensional entonces es difícil concebir un impacto fuerte. Por esta razón, la necesidad de un enfoque sistémico y una mirada a largo plazo en materia de políticas públicas.