La informalidad laboral en Argentina se caracteriza por su heterogeneidad

En un nuevo encuentro del Seminario de Historia del Pensamiento Económico Argentino, el experto en economía laboral y exdirector del INDEC, Luis Beccaria, disertó sobre las particularidades del sector informal en nuestro país.

06-08-2021

El sector informal en Argentina no necesariamente está ligado a la exclusión en el mercado de trabajo o a los bajos ingresos sino que presenta una heterogeneidad que hace que sus niveles de subocupación sean relativamente reducidos. No obstante, eso no implica que estos trabajadores no sufran desprotección y deban ser contemplados por las políticas públicas. Esas fueron las principales conclusiones a las que arribó el especialista en economía laboral Luis Beccaria, invitado a disertar en el Seminario de Historia del Pensamiento Económico Argentino organizado por el Centro de Investigación y Docencia en Economía para el Desarrollo de la UNTREF y el Instituto Interdisciplinario de Economía Política del CONICET y la UBA.

Beccaria, que se desempeña como profesor titular de la Universidad de Buenos Aires y ha sido director del INDEC, explicó que si bien el sector informal en las áreas urbanas de Argentina “es elevado en términos de su participación en el empleo total, su estructura ha ido modificándose en el tiempo y aun hoy conserva una buena porción de unidades donde el nivel de subocupación es relativamente reducido”.

En su presentación, el especialista hizo un recorrido por el sector informal desde la década de 1950 hasta la actualidad, dando cuenta de sus vaivenes y los rasgos que fue adoptando a lo largo del tiempo.

Como señaló, entre los años 1950 a 1975, el sector informal urbano en Argentina representaba un 35 %. Durante este período, continuó el experto, en una parte nada despreciable de este sector había una baja subutilización e incluso los trabajadores no asalariados, como cuentapropistas o pequeños empleadores, lograban ingresos por encima de un trabajador asalariado formal. “Esto respondía a que la informalidad y la producción en pequeña escala podía representar una estrategia adecuada para ofrecer ciertos bienes y servicios dados los rasgos de la economía. Por ejemplo, el tamaño del mercado en algunos sectores quizás no era lo suficientemente rentable en aquella época para empresas más formales”, graficó el economista. 

Beccaria también argumentó que esa escasa subocupación tiene su correlato en los bajos niveles de pobreza que había en el país. “Esto no significa que no había bolsones de subocupación, pero era una situación muy diferente a la de otros países de la región”, dijo, agregando que a principios de los cincuenta en Argentina la incidencia de la pobreza estaba entre el 3 y el 4 %, mientras que en lugares como Chile era del 45 %, y en Colombia y México ascendía al 60 y 70 %.

“Lo que quiero enfatizar es que este sector informal urbano presenta heterogeneidades y puede incluir unidades con ciertas capacidades de competir en determinados sectores. Lo importante no es el tamaño del sector informal sino las características que asume esa informalidad”, reflexionó.

Sin embargo, lo que ocurrió entre las décadas de 1980 y 1990 fue que no solo creció fuertemente el sector informal, que en el Gran Buenos Aires pasó de representar el 37,9 % en 1974 a 48,4 % en 1991, sino que hubo un aumento exponencial del empleo informal.

“El empleo informal es un aspecto diferente del sector informal, y hace a la relación laboral misma, básicamente refiere a aquellas relaciones laborales fuera de la norma. Una de las características que asumió el proceso en estas dos décadas es una modificación importante de estas relaciones informales dentro del sector informal y fuera de él”, definió el docente.

Así, mostró un cuadro en el que los asalariados no registrados en el Gran Buenos Aires escalaron entre mediados de los setenta y principios de los noventa de 6,5 a 11,8 % en el sector informal, y de 10 a 13,6 % en el sector formal.

“Este crecimiento de la informalidad estuvo acompañado de un empeoramiento en las condiciones laborales, el sector informal pasó a ser en mayor medida que antes un refugio frente a dificultades laborales en el sector formal, y hubo un declive de las remuneraciones reales de los trabajadores por cuenta propia y los asalariados no registrados frente a los asalariados registrados”, describió sobre esa etapa.

De acuerdo a Beccaria, algunos analistas plantean que el traspaso de la formalidad a la informalidad se da por decisión propia. “Se compara con los emprendedores de los países desarrollados, se piensa que ese pasaje está fundamentalmente asociado a una serie de ventajas no pecuniarias, como tener un negocio propio, no tener un jefe y la flexibilidad horaria. Pero eso, en el caso de América Latina, me parece exagerado porque implicaría que no es un problema de política tan importante”, evaluó.

Asimismo, se refirió a la informalidad durante los años 2000. De acuerdo a los números que presentó para el Gran Buenos Aires, la informalidad laboral en los asalariados cayó casi 10 puntos entre 2002 y 2019. “Esto da cuenta de cómo procesos de crecimiento económico medianamente sostenidos son capaces de generar una reacción en la estructura del empleo hacia una mayor formalización”, completó.

Finalmente expresó que si bien en el sector informal los niveles de ingresos no son tan bajos y en algunos casos hasta son equiparables a los de los trabajadores formales, el tema debe ser una preocupación de la política laboral.

“Aunque se pueda caracterizar al sector informal con una productividad no excesivamente baja que da cuenta de su heterogeneidad, aun así se debe avanzar en la protección de estos grupos. Hay ciertas características que repercuten en el bienestar de esos trabajadores, como la elevada inestabilidad que tienen estos negocios o la alta rotación”, concluyó.